A veces he creído ser un dios, el demiurgo del Timeo.
Como quise ser inmortal,
Pensé que el dolor era necesario
Y no podía concebir
-Considerando en fuego-
Que mis versos no me salieran coriámbicos, ecoicos o hasta catalécticos.
Pero admito que no hubo amor, ni dolor, ni nada,
Que fui basalto porque no le di la mano a un niño,
Que me negué el alimento de cuchillo y tenedor
Para nutrirme de rosadelfas o mirobálanos.
Todo lo abandoné en el mar.
Todo sirvió para amamantar a las sirenas.
Fui el espectro de las bibliotecas,
El humillado sarmiento
La viuda deshabitada
Y las llamas muertas.
Y me colgué de un árbol hasta olvidarlo todo
Y escribí este poema que todo me lo recuerda.
Alberto de Frutos Dávalos
Tercer Premio de Poesía (compartido)
III Certamen Literario Universidad Popular de Almansa